Marzo 2017

Cumplimiento de normas: más allá de solo calcular una multa

Ni los individuos ni las sociedades son simples. Las motivaciones de las personas no se restringen a la egoísta y completamente racional búsqueda de lo más costo-efectivo. Por el contrario, los comportamientos que observamos también tienen base en factores éticos. Por eso discusiones sobre el incumplimiento normativo, como no pagar impuestos o el pasaje en Transantiago, no pueden reducirse a comparar el monto no pagado con el valor esperado de pagar una multa. El problema de diseño de política pública es bastante más complejo.

Por un lado, la percepción de lo correcto difiere a través de los individuos y, por lo mismo, variados factores influencian de manera distinta la decisión de cumplir o no una norma. La psicología social entiende el concepto de norma como el formado por tres características: como uniformidad de conducta, como aprobación o sanción social y como marco de referencia compartido por el grupo de individuos1. La literatura sobre los predictores del cumplimiento de las normas identifica tres determinantes de éste, siendo uno de ellos la probabilidad de recibir una sanción2. Las otras son:

  • La presión del grupo sobre el individuo3, ya sea en relación a lo que se espera que se haga o a lo que se observa es el comportamiento efectivo de la mayoría, y
  • El grado de concordancia entre la norma y los principios morales individuales45.

Los tres factores son importantes, según revelan numerosos estudios empíricos6 y, por lo tanto, no basta con atacar la primera, como ha sido el enfoque tradicional propuesto desde la economía. De hecho, el rol en la observancia de las leyes de las normas sociales descriptivas, es decir, en el ámbito de las percepciones, ha sido frecuentemente subvalorado por los hacedores de política7.

Hay experiencias documentadas relacionadas al pago de impuestos, al comportamiento respetuoso del medio ambiente e incluso la inclinación a ir a votar8 pero sin duda, que estos conceptos se aplican a todos los ámbitos en mayor o menor medida.

Por lo tanto, trabajar en el diseño de un sistema que implique que personas deban regirse y respetar ciertas normas o conductas debe incluir, de todas maneras, un análisis de la percepción individual y grupal respecto al cumplimiento de ellas y cómo esta percepción ha variado en el tiempo. Es clave poner atención al lenguaje que se usa, los mensajes que se entregan o las excusas que se dan cuando alguien es sorprendido infringiendo una norma. Por supuesto que cualquier norma, para que sea cumplida, debe gozar de legitimidad y, para ello, debe ser percibida como justa y útil, tanto para la persona que debe cumplirla como por el resto. Si no es así, entender qué ha sucedido es clave para diseñar intervenciones útiles que moldeen dichas percepciones hacia un mayor cumplimiento normativo. El ejemplo del sostenido aumento de la evasión en el Transantiago, por ejemplo, probablemente tiene que ver con esto.

Lo que es cierto a nivel de política pública también se da a nivel de empresa. En ellas, también debe haber un cuidado especial en este sentido y en los últimas décadas el tema de ética en los negocios se ha vuelto cada vez más relevante. Es importante que empresas a través de sus directivos y gremios repudien sinceramente los actos de corrupción; sancionen actos antiéticos como el acoso o la discriminación de cualquier tipo, ya sea por sexo, orientación sexual, nacionalidad, origen socioeconómico, raza o religión; se reconozcan y destaquen los aportes de quienes realmente los hicieron posibles, etc.

En este ámbito, es crucial que todos los mensajes que se entreguen sean coherentes con las acciones que directivos y alta gerencia realicen. Si no es así, se estará deteriorando las bases para que emerja el comportamiento buscado. Los mensajes pasan a la irrelevancia si ellos no están alineados con lo que realmente se hace. Como señaló Cameron Sepah recientemente “The actual company values, as opposed to the nice-sounding values, are shown by who gets rewarded, promoted, or let go9


  1. “Hacia una clasificación psicosocial de las normas”, Luis V. Oceja e Isabel E. Jiménez, Estudios de psicología, 2001, 22(2), 227-242, España. 
  2. Andenaes (1974); Gibbs (1982); Cornish y Clarke (1986). 
  3. Deutsch y Gerard (1955). 
  4. Max Weber (1864-1920). 
  5. Cada una de estas variables da origen a líneas de investigación: teoría de la disuasión, influencia descriptiva y la legitimidad, respectivamente. 
  6. Solo por nombrar algunos: “Do Ethics Matter? Tax Compliance and Morality”, Journal of Business Ethics, 2011, 101(4), pp 635–651. El caso de los atrasos en una sala cuna en Israel Freakonomics, 2005, Steven Levitt, William Morrow and Company. “Intellectual property law compliance in Europe: Illegal file sharing and the role of social norms”, Måns Svensson y Stefan Larsson, New Media and Society, 2012, 14(7), pp. 1147-1163. 
  7. “Descriptive Social Norms as Underappreciated Sources of Social Control”, Robert B. Cialdini, Psychometrika, 2007, 72(2), pp. 263-268. 
  8. “Analyzing the Role of Social Norms in Tax Compliance Behavior”, Donna D. Bobek, Amy M. Hageman y Charles F. Kelliher, Journal of Business Ethics, 2013, 115(3), pp 451–468. “Social Pressure and Voter Turnout: Evidence from a Large-Scale Field Experiment”, Alan S. Gerber, Donald P. Green y Christopher W. Larimer, American Political Science Association, 2008, 102(1), pp. 33-48. “Norms for environmentally responsible behaviour: An extended taxonomy”, John Thøgersen, Journal of Environmental Psychology, 2006. 26(4), pp 247–261. 
  9. Cameron Sepah, Your Company’s Culture is Who You Hire, Fire, & Promote 

Asimetrías de información y la mala gestión corporativa

Es un hecho que salta a la vista que no siempre a las empresas les va bien. Es más, aunque muchas no estén en riesgo de quiebra, sí pueden estar lejos de su desempeño óptimo. El por qué fallan las empresas ha sido una pregunta que se ha estudiado por décadas y ha inspirado numerosos libros y estudios. Sin embargo, y como documenta Jim Collins en un muy interesante libro1, a pesar del conocimiento acumulado, las empresas siguen fallando y de manera regular. Los signos de fracaso corporativo en general son similares.

El fracaso corporativo se manifiesta, en etapas tempranas, en aspectos como la desatención a los sistemas de información contable e incapacidad de entender y encauzar la organización en respuesta a los cambios de largo plazo del entorno. Lo primero es una falla grave de gestión y la segunda de liderazgo. En ambas, el rol del directorio es clave. Ya sea monitoreando las acciones de la gerencia o pensando estratégicamente la empresa. Así, una pregunta que permanentemente debe hacerse el directorio es, ¿cómo puedo saber en qué pie está la empresa? La respuesta a esta pregunta es altamente no trivial porque la información es incompleta e imperfecta, los agentes tienen racionalidad acotada y existen asimetrías de información entre el directorio y la gerencia, entre otras cosas.

¿Hay signos que puedan sugerir que la empresa esté siendo mal administrada en etapas tempranas del deterioro de gestión2? Sí, pero ninguno de estos signos es de fácil detección para un directorio en las reuniones ordinarias. Las señales relevantes típicamente incluyen una caída sustancial de la gente correcta en los cargos relevantes, exceso de flujo de caja que relaja el control de costos, burocracia interna que se empieza a imponer a la disciplina, cambios en el control del poder que se vuelven complejos y, finalmente, se comienzan a priorizar intereses personales por sobre los de la compañía.

En etapas más avanzadas del mal manejo de la compañía, alguna evidencia comienza a observarse en los estados financieros. Pero hay que saber leerlos y para eso se requiere algo más que conocimientos contables y financieros; se necesita capacidad para interpretarlos3. En efecto, el directorio no puede descansar en la lectura de los datos que haga la gerencia. Poniendo un caso extremo, es precisamente en momentos en que la empresa entra en insolvencia cuando la gerencia recurre a la “contabilidad creativa” como una forma de ganar tiempo para tratar de volver a una situación de normalidad. Este fenómeno también se da cuando se han puesto mal los incentivos y, ante pobres desempeños, se maquillan resultados para lograr bonos y otras retribuciones.

Por lo tanto, si bien los miembros de un directorio deben ser personas comprometidas con los destinos de la organización, bien intencionados, éticos, con visión de las tendencias del entorno y desafíos de la institución, esto no basta. Se requieren habilidades contables y financieras que les permitan entender (y no solo creer en) lo que dicen gerentes y empresas auditoras en un entorno donde la información es asimétrica y los incentivos no están siempre alineados para que voluntariamente se quiera comunicar un pobre desempeño.

Entre muchos otros tópicos que deben manejarse están los accounting red flags, es decir, los datos contables que levantan alertas. Los expertos financieros hablan de entre 6 a 12 alertas básicas, dependiendo de la industria. Acá mencionaremos solo algunas de las más elementales:

  • Aumentos de inventario no relacionados con una mayor producción.
  • Aumentos de cuentas por cobrar. Recuerde que algo de esto sucedió en el caso de La Polar.
  • Ventas de activos no relacionados a obsolescencia o fallas.
  • Bajo flujo de caja de manera constante que podría indicar iliquidez o cash crunch.
  • Aumento brusco en el ingreso no operacional.
  • “Otros gastos” recientemente abultados.

A estas se agregan otras alertas más sofisticadas y que se refieren a juegos más intrincados relacionados con acelerar ingresos para el reporte de un trimestre mientras se posterga el reconocimiento de los costos.

En definitiva, la creatividad financiera da para mucho. De eso han dado cuenta las numerosas nuevas regulaciones que han surgido post Enron y el alto costo de las asesorías a inversionistas por estimar de mejor manera el verdadero valor de una empresa. Por lo mismo, el consejo es revisar si a nivel de directorio están las capacidades instaladas en estas materias y, si no lo están, asesorarse e incorporarlas de manera permanente.


  1. Recomiendo “How the Mighty Fall: A Primer on the Warning Signs” de Jim Collins, mayo de 2009 para una presentación de diversos casos. 
  2. En el modelo de Collins, esto corresponde a la segunda etapa de cinco. En ella, la empresa aún se ve bien desde afuera. Las cinco etapas son: (1) Arrogancia a partir del éxito; (2) Búsqueda indisciplinada de más éxito; (3) Negación de los riesgos y peligros; (4) Intentos desesperados por salvar la empresa; (5) Capitulación hacia la irrelevancia o muerte de la organización. 
  3. De hecho existen doctorados dedicados exclusivamente a este tema, como los DBA en accounting.