Un reciente análisis sobre las últimas licitaciones de suministro de energía para clientes regulados efectuado por Alexander Galetovic, atribuye a la maldición del ganador los bajísimos precios de los oferentes más baratos. Aunque es discutible que las empresas que ofrecieron precios de incluso 29 US$/MWh fueran afectadas por esta maldición, este debate entrega una oportunidad para recordar elementos que deben tenerse en cuenta al momento de diseñar una licitación.
La teoría de licitaciones y una amplia evidencia empírica muestra que el éxito o el fracaso de las licitaciones depende crucialmente de los detalles. En efecto, no solo basta decidir si el mecanismo de asignación será mediante sobre cerrado o a viva voz; si los precios serán descendentes (holandesa) o ascendentes (inglesa). Quien diseñe una licitación debe preocuparse también de:
- Si habrá precio de reserva, cómo se calcula y si debe o no ser público antes de que se reciban las ofertas.
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Si, en caso de múltiples bienes, habrá bloques de tamaños predeterminados o eso también será decisión del oferente.
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Si se aplican reglas que limiten la concentración de los ganadores de manera que ninguno, por ejemplo, se adjudique más de un cierto porcentaje de los bienes a asignar.
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Si se incluirán “premios” para oferentes en desventaja o que se quieran beneficiar en virtud de alguna característica que se considere deseable.
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El plazo, por su parte, debe ser analizado cuidadosamente pues, si se licitan contratos o bienes que se reasignarán en el tiempo, plazos cortos puede favorecer la colusión entre participantes. En cambio, uno largo hace que el ganador se lleve un bien aún más atractivo lo que incrementa su predisposición a ofertar agresivamente y ganar la licitación.
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Mecanismo de desempate o reasignación de bienes no adjudicados. En este caso, si el proceso pasa a ser secuencial, sucede algo similar que con relicitaciones frecuentes, aumentan los incentivos para coludirse.
Todos los elementos anteriores deben evaluarse caso a caso tratando de evitar la colusión, los precios predatorios, la disuasión a la entrada de nuevos competidores y también la maldición del ganador.
La maldición del ganador se genera cuando el que gana una licitación termina pagando más por el bien que su valor intrínseco. Este concepto fue introducido por Capen, Clapp y Cambel en 1971 haciendo referencia a licitaciones de valor común, es decir, donde todos los oferentes aprecian de igual forma el bien a licitar. Esto sucede, por ejemplo, respecto a oportunidades de negocios y no cuando se trata de obras de arte, donde como lo valora un oferente puede ser completamente distinto a como lo hace otro; en estos casos, hay valoraciones privadas. Cuando ocurre la maldición del ganador, el oferente que termina adjudicándose el bien hizo estimaciones, respecto a algunas variables claves, demasiado optimistas. Claramente, la maldición del ganador genera una mala asignación de recursos. Solo piénsese en el caso que quien gana la licitación es una empresa que termina con pérdidas y cerrando debido a una mala oferta. Asimismo, como muestra Klemperer1, la maldición afecta más a los postulantes más débiles (menos informados) quienes tienden a limitar la agresividad de sus posturas lo que hace que los postulantes más informados ganen una y otra vez, llevando a que el mercado se estreche.
Estudios empíricos2 sobre empresas apuntan hacia la existencia de la maldición, aunque no de manera concluyente puesto que no son tantas las veces que una mala oferta cause pérdidas o la quiebra de la ganadora. Muchas veces, las empresas solo terminan ganando mucho menos que lo esperado y eso es difícil de pesquisar. Los experimentos3, en cambio, muestran que la gente tiende a sobreestimar el valor de lo que se licita o subasta. Detrás de este fenómeno confluyen elementos culturales, de personalidad y psicológicos de los tomadores de decisiones en las empresas así como ciertos mecanismos de mercado que contribuyen a agudizar estos problemas.
En cualquier caso, tanto las empresas participantes en una licitación como quien la diseña debieran tratar de minimizar el riesgo de la maldición del ganador4. Se sugiere, entre otras, que el diseñador de la licitación:
- Provea el máximo de información útil de manera que las empresas puedan realizar inferencias más precisas.
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Atraiga a la mayor cantidad de posibles oferentes conocedores del bien a licitar.
Para el caso de las recientes licitaciones de suministro de energía, tal vez podría haberse estudiado establecer un precio mínimo de manera que ganen las empresas que hubieran ofrecido los menores precios, pero la adjudicación fuera por el precio mínimo establecido.
Se podría discutir si ese precio de reserva debe ser o no conocido con antelación a la presentación de las ofertas; no es claro a simple vista cuál es la mejor alternativa.
En cualquier caso, si efectivamente se dio la Maldición del Ganador de manera que en el futuro próximo algunas empresas no podrán cumplir con sus contratos, como al parecer así va a ser, es necesario que el mecanismo de recontratación sea lo más expedito posible y que las empresas ganadoras no enfrenten obstáculos no anticipados que hagan que otras hayan al final del día sobreestimado las ganancias del negocio.
- “What really matters in auction design”, Paul Klemperer, 2001. ↩
- Thaler (1998) estudia subastas de derechos de autor, concesiones petroleras y compras de empresas. Hendricks, Porter y Boudreau (1987) estudian la licitación de un campo petrolero la Texaco. Thiel (1988) analiza la industria de la construcción de autopistas en Estados Unidos. ↩
- Bazerman y Samuelson (1983) hacen un experimento con estudiantes de la Universidad de Boston para asignar un frasco transparente con monedas. ↩
- Una lectura recomendada es “Beware the Winner’s Curse: Victories that Can Sink You and Your Company”, G. Anandalingam y Henry C. Lucas, Oxford University Press, 2004. Los autores presentan una amplia variedad de casos donde ha habido Maldición del Ganador: fusiones, películas, industria de telecomunicaciones, entre otras. ↩